Los deseos de un cristiano que vive en Jesucristo no son como los del resto de los hombres, que no tienen por objeto si no las cosas vanas y terrenas.
El cristiano, no desea sino a Dios y la posesión de los bienes celestiales y eternos, el que es de la tierra habla cosas de la tierra pero el que es cristiano habla del cielo, Dios es quien habla por su boca y el Espíritu de Dios quien dirige sus palabras.No se proponen otra idea sino ganar el cielo, sujetar sus pasiones, triunfar sobre sus enemigos invisibles, y elevarse sobre la tierra con un generoso desprecio de todos sus bienes de todos sus placeres y de todas sus glorias.Las acciones del que está unido a Jesucristo son grandes en su principio y en su fin.Ellas no tienen por principio sino la gracia de Cristo su Espíritu su amor.
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