domingo, 11 de enero de 2009

¡A Ti sólo servire!

Yo os adoro, Oh Jesús, mi Dios y mi redentor que habéis venido a la tierra para sacarme de la cautividad y esclavitud del demonio, a quien me había vendido por mis delitos. Cuando considero esta servidumbre, la hallo injusta, vergonzosa y dura. ¡Qué injusticia, dejar a Dios, nuestro legítimo dueño, para ser esclavos del demonio! ¡Qué injusticia, preferir a un enemigo, que no tiene derecho alguno sobre nosotros,antes que a nuestro Dios, nuestro padre y nuestro creador, que tiene un soberano dominio sobre nuestro ser! ¡Qué injusticia, vendernos por nada al demonio, y despreciar los grandes bienes que Dios nos promete! Pero si esta servidumbre es injusta, no es menos vergonzosa; porque ¿Qué mayor afrenta para un hombre hecho a la imagen de Dios, que la entregarse, como el hijo Pródigo al demonio, para guardar puercos, y hacer acciones las más indignas y malas? Servidumbre, en fin, dura y penosa pues no puede servirse al demonio sino sufriendo grandes penas y fatigas, costándonos después mucha dificultad para sacudir su yugo ¿Señor? Vos habéis tenido piedad de nosotros, y habéis dado vuestra Sangre para libertarnos de este cruel tirano, reconozco que ya no soy mio, sino vuestro, que me habéis rescatado con un precio tan costoso, y que he venido a ser vuestro esclavo, para no vivir sino para Ti y no servir sino sólo a ti, gravad, pues, en mi corazón la ley NUEVA, LA LEY DEL AMOR QUE ME DEJA LIBRE HACIÉNDOME ESCLAVO VUESTRO.


Autor anónimo.




No hay comentarios: